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Carta a políticos traumatizados

Updated: 6 days ago


Estimado líder o lideresa política que dirige nuestros destinos:


Me disculpo por no iniciar esta carta preguntando cómo está, pero en estos días ando más preocupada por el estado de mi isla, y mis modales parecen haber pasado a un lamentable segundo plano. Como me consta que su capacidad de atención es limitada, iré al grano.


No existe “echa palantismo” hueco que se puedan inventar a estas alturas para revivir el truco desgastado de la arena social nivelada imaginaria que ustedes venden. Esa ilusión óptica raída, en la que unos avanzan con chofer con amplia ventaja, y otros tienen que correr a pie descalzo para alcanzar la mitad, mientras los porristas gritan: ¡Chiji, chija, si te lo propones lo lograrás!, ya hastía. Se los digo de buena fe, para que pongan oído en tierra, o en mármol italiano, que es de lo que está hecho su piso.

Debería haber un lugar reservado en el purgatorio, si existiera, para la gente que desde su olimpo, se atreve a proferir ese consejo sesohueco. ¡Echa pa’ alante, que todo es cuestión de proponérselo!, grita desgañitado el que nació con el camino limpio a quienes no tienen dos pesos para terminar el mes.

¡Qué perfectos idiotas! No ustedes, estimados líderes políticos, sino nosotros, porque si hay un colectivo que lleva siglos en el regodeo de la cojera social es esta isla mal cosida con hilos de desigualdad.


Los que han cobrado un dejo de consciencia en estos últimos tres años apocalípticos saben, o al menos intuyen, que ese trauma humano no es individual. Todo trauma es político, y está apalancado en sistemas sociales diseñados puntillosamente para moldear nuestras vidas. Por ejemplo: la pandemia nos pasó a todos, pero ni usted y yo no tuvimos acceso instantáneo a los tratamientos con los que contaron los líderes políticos y multimillonarios que enfermaron. Tampoco lo pasó igual una madre soltera con dos trabajos, que otras familias con amplio apoyo de cuido. ¿Más ejemplos de este desnivel? Un hombre negro tiene cinco veces más probabilidades de ser arrestado que uno blanco. Un desertor escolar tiene más probabilidades de entrar en actividades ilegales que un joven que termina sus estudios. Una mujer siempre va a tener probabilidades de ser más pobre que un hombre. Puedo seguir; me dejan saber si necesitan más ejemplos. La pandemia, los huracanes, el verano de quimera y de rechinar de dientes nos pasó a todos…pero la experiencia humana dista mucho de ser uniforme.


Es aquí es donde me permito hacer un giro inesperado, porque esta carta no terminará donde piensa el amable líder político (si es que llegó a leer hasta aquí; si alguno de sus ayudantes se lo resumió, igual vale). Una vez establecido que nadie en Puerto Rico está exento de trauma, entonces el próximo argumento lógico sería que quienes nos gobiernan tampoco lo están.

Aún los ladrones que llegan a nuestras cárceles para luego convertirse en “analistas”, viven el “trauma” de mendigar de rodillas las sobras que quedan en la mesa de los cabilderos de una isla olvidada, y lo saben, aunque no lo admitan. Luego se consuelan con apartamentos en Brickell en Miami, pero un pordiosero es un pordiosero, no importa donde viva.

Si ustedes, los que nos representan, son el espejo de nuestras añoranzas que les depositamos en las manos cuando les confiamos un voto, entonces es hora de aceptar que estamos llevando al poder a los seres más traumatizados y enfermos que produce nuestro disparatado ecosistema sociopolítico. ¿Qué si hay alguna excepción? Por supuesto, y para ellos y ellas reservo el 15% de la ocupación política isleña, y eso, sumando todos los partidos políticos. Esta carta es para el resto del 85%.


Acá abajo, en los callejones calurosos lejos de los pisos de mármol y del aire acondicionado del Capitolio y Fortaleza, una persona razonable no le daría el poder de dirigir su destino a un alcohólico, por ejemplo, o a un tipo que recoge fajos de billetes en un auto estilo caco. Alguien con dos dedos de frente tampoco se fiaría de una persona que, siendo de la comunidad LGBTT, la ataca y la margina con sus actos. Nadie en su sano juicio, no importa el género, le daría poder para mandar sobre su cuerpo a ninguno de ustedes, legisladores, y menos a algunas de las lumbreras que adornan nuestra torre de Babel y que pretenden que observemos unas "reglas morales" que ellos mismos se saltan cuando les conviene. Una persona razonable no escogería a un candidato cuya misión es convertir a Puerto Rico en una “cosa nostra” subyugada a su mirada mafiosa.


Alguien razonable no llevaría al poder a una persona violenta y maltratante (imagínese la ‘política pública’ que se cocina ahí), y sin embargo he cubierto a docenas de ustedes en mi carrera periodística, incluyendo a un comisionado electoral quien me dijo (¡en cámara!) que la política no es para mujeres. Mientras se acariciaba la barba fascistoide, y su panza de privilegio, no creo que haya ni reparado en que lo entrevistaba una mujer.

Al final, líder o lideresa política, la gran pregunta que le planteo es la siguiente: si ustedes carecen de las herramientas emocionales más básicas para manejar conflictos y resolución de problemas de una forma transparente y ética en sus propias vidas… ¿realmente podemos esperar que hagan algo distinto en la faena pública? Si alguien es corrupto e indecente en su intimidad, ¿se quita esa capa cuando llega a su despacho a cobrar su salario de dinero público? ¿Podemos creer que llegan cada día a luchar por la decencia y la justicia que no practica en su fuero interno? Por supuesto que no. No se le piden peras al olmo, y como electores, ya estamos maduros para empezar a votar con la cabeza, y no con el calentón del fanatismo.


PD: Felicito al ayudante administrativo o legislativo que leyó esto, y que quizás, lo dejó tímidamente en el escritorio de su jefe o jefa. Digo esto sin sarcasmo. En mis décadas cubriendo política, eran ustedes quienes a menudo sabían más de la materia a la mano que sus funcionarios electos. Sé que debe ser traumático trabajar para ellos, pero imagínense lo que es soportarlos desde acá abajo, con ese estribillo ensordecedor e insoportable de: !Echa pa’ alante, que todo es cuestión de proponérselo!


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