La cara fea de mi gente buena
- Ada Torres
- 18 jun
- 2 Min. de lectura
Actualizado: 30 jun
"Las caras lindas de mi raza prieta
Tienen de llanto, de pena y dolor
Son las verdades que la vida reta
Pero que llevan dentro mucho amor..."
Ismael Rivera
¡Cómo olvidar esa canción de Ismael Rivera! Y perdonen que no me refiera a él como "Maelo", como es la usanza confianzuda en Puerto Rico, el Caribe y América Latina. Resulta que le tengo desconfianza terrenal, y hasta seis pies bajo tierra, a un hombre que cantó: "Qué inmenso, ser el dueño de la finca y la mujer". Pero, ¡tranquilos!, no es de ese tema que va este escrito, aunque siempre es pertinente dejar un recordatorio tipo confeti de cómo nuestra cultura nos valoriza con la métrica de una finca o de un gran nalgamento.
El caso es que esa canción, y un millón de otras, dibuja muy bien esa idea generalizada de lo "buenos" que somos los boricuas, esa noción romántica de que en las peores tragedias sacamos lo mejor de nosotros, como si el poder de aguantar golpes ad infinitum fuera una gran virtud.
Debo admitir que es un idea que yo también creí por mucho tiempo. Si bien me incomoda nuestra inclinación a vernos como "víctimas resilientes" y seguir recogiendo golpes colectivos existenciales, pensaba que guardábamos una capa interior más profunda y noble que la política o la religión (o todo lo que divide al ser humano) que nos hacía más empáticos, más generosos... expertos en el arte de poner nuestra otra maltratada mejilla.
Todo eso ha cambiado con los arrestos masivos de ICE que ya llegaron a nuestra patria. Los bárbaros llegaron a la puerta, la rompieron y entraron. Entonces, con el envalentonamiento del voto contundente del pueblo, gente de dudosas "caras lindas" entregó sin compasión a nuestros hermanos y hermanas dominicanas (los legales por igual). Lo hicieron por y con gusto, casi relamiéndose con la entrada al juego descarnado tipo Hunger Games que se da en el norte.
Lo hacen sin miramientos con quienes comparten esta isla con nosotros, del mismo modo que miles de puertorriqueños han invadido su tierra dominicana escapando de un Puerto Rico donde solo pueden vivir los ricos. ¿O se nos olvidó eso? ¿Acaso piensan que el flujo migratorio es solo de allá para acá?.

Esto me atraviesa hasta el tuétano, precisamente porque me he creído el cuento de que solo tenemos una cara linda, empática y solidaria en los tiempos malos. Y estos son los tiempos malos. Los de verdad, cuando el color de la piel o un acento extranjero te pueden llevar a una prisión inhumana en El Salvador de donde no hay pasaje de retorno, aun si eres ciudadano de EEUU con todas las de la ley.
Esa canción de Ismael Rivera, en su esencia más pura (y macharranerías aparte), habla de la dicha de tener la tierra que nadie te puede quitar, el jaragual, el techo sobre la cabeza, pequeño o grande, pero propio. De ese jaragual queda muy poco, porque su tierra ya cayó en manos de quienes son sus nuevos dueños, con nuestro aval y bendición.
En medio de esta oscuridad histórica, no veo, no veo, no veo las caras lindas... las caras de compasión y justicia. Solo veo el abismo deshumanizante al que voluntariamente nos hemos atado.
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