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El mundo bajo el efecto del idiota Dunning-Kruger 

Déjenme contarles de un estudio sobre los idiotas. Sí, en serio. En 1999 un par de científicos sintió una tremenda curiosidad con la gente poco inteligente, específicamente la que lo combina con una inexplicable recubierta de seguridad personal. Para decirlo de un modo sencillo: los señores David Dunning y Justin Kruger le metieron el pecho a estudiar lo que por estos lares llamamos “un idiota con iniciativa". 


El idiota con iniciativa que los inspiró fue un aspirante a asaltante de banco, McArthur Wheeler, arrestado a plena luz del día porque en vez de usar una máscara (como lo haría cualquier asaltante que se respete, caramba, si hasta en las series de Netflix te lo explican), se puso jugo de limón en la cara, convencido de que eso lo haría invisible ante las cámaras de seguridad. Durante el proceso de su arresto y sentencia, el hombre nunca comprendió por qué su “lumbrera” de plan no funcionó, es decir, nunca admitió que lo que hizo fue una idiotez porque tenía una altísima seguridad en sus talentos. 

David Dunning y Justin Kruger
David Dunning y Justin Kruger

A los dos investigadores entonces les picó la curiosidad averiguar si las personas con poca capacidad intelectual tienden a sobrestimar sus habilidades. ¡Bingo! La pegaron. La principal conclusión del estudio fue justamente que las personas menos inteligentes sobrevaloraban enormemente su rendimiento, mientras que las personas más capaces subestimaban ligeramente el suyo. En pocas palabras, los idiotas tienden a tener más seguridad personal que la gente inteligente. A esto entonces se le llamó el efecto Dunning-Kruger en la psicología.  


Desde que supe del experimento no he cesado de ver idiotas con iniciativa por todas partes. Es como cuando usted compra, por ejemplo, un vehículo blanco, y de pronto solo nota autos del mismo color o marca en la calle. 


Mi mirada sobre el amplio universo de miembros que militan en el “Club del efecto Dunning-Kruger" empezó, obviamente, en mi propio país, donde (hay que admitir), tenemos nuestra cuota robusta de todas las ideologías. No se salva ni una. Ejemplos puntuales: el inigualable chat de Ricky (este es el miss universe idiot que se lleva la corona indiscutible); el contrato con Whitefish Energy durante el huracán María; la desastrosa negociación con LUMA, una empresa sin experiencia alguna que, al día de hoy, no da pie con bola y nos tiene viviendo a oscuras; el dejar pasar (una y otra vez) la oportunidad de allegar fondos especiales para reparar las deficiencias de infraestructura crítica del país; la destrucción de la educación pública; el empeño casi infantil del PPD en defender al ELA, inclusive luego de que el Tribunal Supremo de EEUU les dijera sin rodeos: “No. Ustedes nos pertenecen, pero NO son parte de nosotros”.


La lista es larga y estos ejemplos son solo de la historia reciente, que si me voy más atrás, no termino esta columna jamás. Me corrijo, vamos a ir a esa historia más amplia del ser humano: seguramente el obstáculo inicial para descubrir la misma forma de la tierra y los continentes fue la ilusión del conocimiento infalible. Cristóbal Colón murió pensando que había llegado a India y no hubo quien lo convenciera de lo contrario.


A pesar de la colorida muestra del efecto Dunning-Kruger criollo, Puerto Rico se salva, por mucho, de las idioteces mayores de otros países. Para probar este punto no hay más que mirar hacia el norte y ver la película del absurdo que se desarrolla allá y que ya nos golpeó cuando el mismísimo emperador de los Dunning-Kruger nos arrojó papel higiénico por la cabeza. 

Vivimos en tiempos extraños donde el mundo se encuentra gobernado por la desconexión humana. La desconfianza. La incertidumbre. El miedo y el desplazamiento de los más débiles. Vivimos en la era la agonía de la empatía.


No sé hasta cuándo decidiremos vivir de ese modo en nuestra isla. No sé cuándo dejaremos de votar por el espectáculo y el faranduleo (para luego quejarnos por cuatro años de haber votado por ese faranduleo) y quizás, hacerlo por el o la candidata más sosa, pero seria, trabajadora, ética y que, al final del día, haga con dignidad el trabajo porque el que usted le paga con dinero del erario. Y no es tan difícil. Todas y todos sabemos quiénes pertenecen al “Club criollo Dunning-Kruger”. Pero los excusamos: “Él es así, bendito, pero por lo menos se deja ver por el barrio”. Y con eso lo resolvemos todo y rajamos otra vez la papeleta de nuestra agria condena diaria. 


Sería fácil, muy fácil y superficial, entender este escrito como una crítica a la administración actual. No lo es. Esta administración llegó al poder con el aval del pueblo a lo largo y ancho de la isla y con nuestro pleno conocimiento de lo que prometía. Aquí no hay nadie engañado.


Pero, ¿y el gobierno anterior? ¿Y el anterior antes de ese? ¿Y si seguimos sacando cuentas hacia atrás? ¿Cuándo fue la última vez que usted se sintió en manos de un gobierno capaz? No necesariamente que le guste, pero que al menos le transmita la seguridad de que tiene una idea general de cómo se ejecuta la gobernanza de un país. Yo no sé… Quizás usted tampoco recuerde, pero ya sabe que existen los miembros del “Club criollo Dunning-Kruger", y mi esperanza es que los empiece a ver por todas partes, así como los autos, y los pueda identificar. 


Al final de cuentas, aun si uno mismo es idiota… no hay por qué ser gobernado por otro.  


ATT mayo 2025

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