Como bien dijo mi consejero, amigo y editor Emilio del Carril, Paloma Palomero es un libro ambicioso. Juro que no fue mi intención, y me explico: Absenta dulce conllevó años de trabajo, investigación y escritura. Siento un profundo respeto por ese libro. Asà las cosas, querÃa que la tercera novela fuera algo sabroso, y quizás, no tan complejo como Absenta, que deja a uno medio aturdido. Pues no lo logré. Ni remotamente.
Cada novela decide su propia piel y su propia pulsión. Paloma Palomero fue difÃcil de escribir porque sus muchos temas existenciales y humanos lo son, y porque a veces me lastimaba plasmar su dolor en el papel. Pero no por eso el libro deja tener humor (porque estoy convencida de que sin el humor casi nada vale la pena), y de llevar al lector por algunos de los escenarios más bellos del mundo.
La novela se desarrolla principalmente en tres lugares: Andorra (de eso les contaré luego), la Costa Amalfitana en Italia, y el Caribe (Cuba y Puerto Rico). Pero Italia resulta ser un protagonista adicional de la historia, porque mi inexplicable amor por ese paÃs se transmuta a cada página.
Paloma vive en una villa en Massa Lubrense que, en efecto, existe (la foto de la ventana es la de su habitación), y camina a diario por los pueblos de una costa que conozco Ãntimamente luego de haberla visitado varias veces.
Paloma come en mi restaurante favorito con personajes reales de esa costa negra, tan distinta a la mÃa blanca y conoce a su dueña, signora Letta, y a Gaetano, quien una vez fue mi casero, mientras aprende la importancia del aroma de los limones, y de ascender por las escaleras infinitas que llevan a Ravello.
Italia se convierte en el azúcar esencial para paliar las heridas de la historia de Paloma Palomero. Vivà nuevamente allà mientras pinté con palabras cada detalle del entorno de Paloma, quien ya se siente como una amiga a la que extraño.
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