Nací en Ponce, y recuerdo que de niña añoraba haber nacido en San Juan. Cuando mi familia se mudó a la capital, a regañadientes y porque fue allá que mi padre consiguió un buen trabajo, mi madre me regaló una carterita con una carita alegre amarilla que reflejaba mi felicidad por salir de aquel pueblo sureño y caluroso, con olor a quenepas y tamarindo.
Cuando comencé a viajar, desde muy joven, mudé mis fútiles deseos a querer haber nacido en Madrid. Luego descubrí la inmensidad de París… y esa fue mi nueva obsesión. Siempre soñando con un lugar de espacios enormes, con ciudades titánicas inmersas en un bullicio y una energía pulsante y constante, tan distinta a la calma tibia de mi pueblo.
Un día le conté a una amiga que vivir en una isla me sofocaba a veces, porque deseaba vivir en un lugar inmenso con fronteras tan lejanas que me permitiera estar en constante movimiento. Mi querida amiga me contestó que le parecía curioso, porque ella encontraba en la inmensidad del mar que nos rodea una sensación de libertad, ahí donde yo encontraba encierro.
Seguí viajando. Le dí la vuelta al globo hasta que finalmente estuve lista para comenzar a escribir. Estaba segura de que mis dedos, que han escrito tantas palabras en mi vida, aprovecharían el cúmulo de mis viajes y experiencias para darle sede a la historia de “Amores Innecesarios”.
Pero algo dentro de mí que ni sabía existía, tenía otros planes que me llevaron de vuelta a casa, al centro del pueblo de Ponce y de mis recuerdos más antiguos. En ese regreso, algo en mi memoria atávica despertó con algarabía, se abrazó a la Hada de mi niñez, al flamboyán del patio de mi antigua casa, a los paseos por la Plaza, al sabor de la quenepa y al calor feliz de los domingos. Y regresé a mi pueblo, para convertirlo, con licencia literaria, en la patria libre que acoge y que ama. Regresé a casa, y ahora sus costas sureñas que se abrazan al Mar Caribe me bañan de infinita libertad.
Que bello escrito. Al igual que tú las grandes ciudades, con historias y edificios antiguos me deslumbraban. Seguí viajando y seguiré pero no he encontrado en ningún lugar las aguas cristalinas y cálidas, de calor caribeño, con lugares como San Juan, Ponce o San German. Playas y Ríos a mi alcance a solo minutos o Pocas horas. Por muchas más cosas que no voy a nombrar creo fielmente que este es Mi Paraiso Prometido. Lo amo y lo vivo, Puerto Rico es mi nido, aquí están mis raíces y he florecido felizmente en mi pequeña Isla.
PERO… no dejo de viajar el mundo, no era las grandes ciudades lo que me enamoraba es el viajar y explorar.
Nuestras raíces están arraigadas a nuestro ser; no importa qué, cuando, dónde. Y cuando has tenido la oportunidad de viajar y de comparar, lo valoras y entiendes mejor!! Loca por leer tu libro…!!
Asi es nuestra Patria, única, podemos estar en otros lugares y apreciarlo, pero nuestro corazón sabe cuando ha llegado a casa, pienso q aún con los ojos cerrados. Inexplicable! Me encantó Leerte! Quiero tu libro, Dios te ha dado un don hermoso, disfrútalo, atraves de el nos ayudas a todos nosotros! Creo en tu trabajo! Y te Felicito!!!