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Parte dos: “La literatura puertorriqueña: Una industria abandonada a su suerte”.

Updated: Sep 15, 2023

Esta es la segunda de dos partes de la serie investigativa.


El auge en la autopublicación


La autora Awilda Cáez asegura que para potenciar una industria del libro formal y sostenible, hay que abordar el actual auge de la autopublicación, sus efectos, y cómo está cambiando el panorama de esta industria a nivel global. La misma Cerlalc (Centro regional para el fomento del libro en América Latina y el Caribe) señala que la autopublicación existe hace muchos años, incluso antes del surgimiento de Internet, para aquellos autores que podían darse el lujo de costear su publicación de su propio bolsillo. “La diferencia es que hoy día cualquier persona tiene la posibilidad de publicar un libro en formato digital, e incluso impreso bajo el sistema de impresión digital por demanda, y distribuirlo a todo el mundo, sin otro costo que el de la escritura misma del contenido. Y no solo eso, sino que también obtienen un rédito económico en ocasiones más significativo que el que podrían recibir publicando su obra con una editorial. Muestra de esto es que, en promedio, cuarenta de los cien libros más vendidos cada semana en Amazon (la principal empresa que apuesta por la autopublicación en el mundo) corresponden a obras autopublicadas”, señalan los estudios de la organización.


Como es de esperar, las casas editoriales y certámenes literarios tienden a menospreciar la autopublicación. Sin embargo, esa mirada se va resquebrajando mientras la tendencia cobra fuerza, particularmente en Puerto Rico donde este modo de publicar ha venido a llenar unos vacíos que han persistido por generaciones.


Pero todo fenómeno que presupone un cambio a la norma establecida, tiene consecuencias en direcciones difíciles de anticipar, y la autopublicación no es excepción. Una de las consecuencias que emergen de esta tendencia es la sobreabundancia de títulos que se publican. Entre el 2011 y el 2016 se autopublicaron más de 800.000 libros en Estados Unidos, según Bowker, la agencia que registra el código ISBN (número estándar internacional de libros). Esto significa un crecimiento exponencial del 218% durante ese periodo, según el último reporte de Bowker. Los entrevistados coincidieron en que esta sobreabundancia de contenidos que ha generado la autopublicación en los últimos diez años tiene un efecto concreto que impacta a todos por igual: la invisibilidad de los libros. Decenas de miles de publicaciones en todo el mundo provocan que la visibilidad de un libro en particular se convierta en un desafío enorme para la estrategia de comercialización de las editoriales y autores por igual. Aún si un libro es exitoso, semana tras semana tiene que competir con miles de títulos nuevos, potencialmente acortando su ciclo de vida. Basta con mirar nuestro propio entorno para comprobar la proliferación de nuevas empresas y profesionales de la industria que han diseñado sus modelos de negocio alrededor de esta creciente tendencia. Incluso editoriales tradicionales en Puerto Rico han transformado sus plataformas de servicios para la autopublicación: el autor escoge los servicios que desea (edición, maquetación, portada, etc.), paga y se encarga por su cuenta de la venta, muchas veces en línea, sin más intermediarios. “La autopublicación ha explotado con Amazon”, subraya Parés.


Este mismo auge de autopublicación ha generado un aluvión de títulos boricuas desde la pandemia hasta el presente, que la distribuidora de libros Marilyn Vélez ha observado y vivido muy de cerca. “No fue que descubrí un nicho, sino que los mismos escritores me pidieron el servicio. Yo distribuía marcadores de libros, y los autores que comenzaron a autopublicarse desde la pandemia se vieron en la necesidad de otros mecanismos de distribución, comunicación, seguimiento y cobros a las librerías. En este proceso, he estudiado a muchos libreros fuera de Puerto Rico, y me sorprendo de las tendencias que hay afuera que no llegan aquí”, explica Vélez.


En Puerto Rico, el mercadeo de la literatura es muy rudimentario, y recae en gran medida sobre el autor o autora, que echa mano de las redes sociales y presentaciones en librerías para dar a conocer sus obras, ya que los espacios que reseñan literatura en Puerto Rico y su diáspora son casi inexistentes. Hoy día las casas editoriales no envían comunicados de prensa y copias de sus publicaciones a los medios impresos para lograr difusión para su crítica literaria: esto recae en las espaldas del mismo autor, y las pocas casas editoriales que tienen un brazo de mercadeo.


La invisibilidad de las letras boricuas


“Yo intenté exportar libros de Puerto Rico a Estados Unidos, pero fue imposible. Primero, nuestros costos de impresión son el triple de Colombia y cuatro veces mayores que los de China. El precio de venta de libros en América Latina es más bajo al cambio del dólar. Lo más que logramos en ese entonces, junto a Alfredo Torres, fue reunirnos con Eduardo Bathia cuando era presidente del Senado, para explicarle que la industria del libro estaba moribunda, y de ahí junto a otros esfuerzos por fin se le dio paso a la ley que eliminó el IVU a los libros (Ley de Incentivos para el Desarrollo Integral de la Industria del Libro). Pero el problema colonial y el estar atados a la ley de cabotaje hace que nuestros costos de transportación sean los más caros del mundo”, explica Paco Parés.


Cáez, al igual que la profesora Luz Nereida Lebrón, encuentra inexplicable que en Puerto Rico no se hayan hecho gestiones más agresivas para entrar al Centro Regional para el Fomento del Libro en América Latina y el Caribe, Cerlalc, que es un organismo intergubernamental bajo los auspicios de la UNESCO. Parecería que Puerto Rico ha quedado “suspendido” en un limbo donde no es reconocido como una fuerza literaria por América Latina, pero tampoco por Estados Unidos. Es decir, el archipiélago, en lugar de utilizar su situación política para potenciar un puente entre mercados angloparlantes y América Latina, ha convertido su estatus en un instrumento de aislamiento para la literatura. “Nosotros, con nuestras doble cultura, entendemos a todo el mundo, pero a nosotros no nos entiende nadie”, apuntó Parés.


“Para los grandes mercados (hispanoparlantes) del libro, a saber, Colombia, México, Argentina y España, Puerto Rico sencillamente no existe. Aquí se necesita crear formalmente una Cámara del Libro funcional, que se ocupe, no sólo de fomentar la lectura y la literatura, sino de abrir canales de exportación para nuestra producción literaria. Mientras tanto, Puerto Rico tiene oficinas comerciales en Panamá, República Dominicana, Estados Unidos, entre otras, que deben ser instrumentos que trabajen para esta exportación”, subraya Cáez. En los casos aislados en los que algún autor o autora ha logrado entrar a editoriales internacionales y ser traducido, el grueso de la distribución se sigue centrado en Puerto Rico, sin que se le abran ampliamente y con respaldo publicitario las puertas a mercados extranjeros que puedan descubrir la literatura puertorriqueña.


Quizás, el ejemplo más dramático de la falta de voluntad para exportar nuestra literatura, aún en nuestro mercado natural inmediato, la subraya el editor Ricardo Rodriguez Santos. “No hay una librería puertorriqueña (ni siquiera) en Orlando. Aquí se produce literatura en español e inglés que no tiene salida fuera de la isla, ni siquiera a la diáspora. No hay un ente que agrupe todos los esfuerzos aislados que se hacen”.


Marilyn Vélez, cuya cartera de clientes está compuesta en un 90% de títulos autopublicados, va más allá y pone el dedo sobre un problema harto conocido, pero poco hablado públicamente. “En Puerto Rico tenemos que empezar a trabajar en equipo (para solucionar esto). Aquí ese concepto no existe. Esa división entre lo académico y lo indie, le hace mucho daño a nuestro ecosistema cultural. Aquí hay nuevas generaciones creando cosas nuevas que también deben tener cabida”, asegura.


El profesor y autor Emilio del Carril coincide con esa percepción. “La buena literatura tiene más expansión que el perímetro de la UPR. Hay que abandonar ese elitismo, porque en todo Puerto Rico se da buena literatura”.


Vélez hizo un llamado puntual a los libreros de Puerto Rico. “Es muy complejo para un libro local competir, porque las librerías en ocasiones promocionan más la literatura extranjera que la de Puerto Rico. Hay mucho por hacer. Aquí todavía hay un romanticismo con el libro de papel. A la gente le gusta tocarlo, pasar las páginas, y eso seguirá ocurriendo, ya sea en librerías o en ventas en línea”.


Dando palos a ciegas

“En Puerto Rico no ha existido una política pública relacionada con el desarrollo integral de la industria del libro. Se ha ignorado el hecho de que la industria del libro tiene el doble efecto de preservar y potenciar la identidad cultural e influir en el crecimiento económico de nuestra sociedad. Otros países latinoamericanos, conscientes de esta realidad, han fomentado el desarrollo de esta industria y hoy cuentan con un sólido sector que aporta empleos a sus respectivas economías. En Puerto Rico no hemos sabido aprovechar estas oportunidades” - Exposición de motivos Ley Núm. 516 de 29 de septiembre de 2004


De la lectura misma exposición de motivos de la ley de incentivos para la industria del libro, parecería que quienes la redactaron entendieron la mina de oro que han dejado pasar sin explotar. Pero la distancia entre esta ley y la realidad concreta que se vive en la calle, es abismal. No fue hasta el año 2015 que se estableció la “Asociación Puertorriqueña de la Industria del Libro” – APRIL, pero desde ese año no se ha congregado nuevamente. Sin embargo, narró Paco Parés, esta asociación trabajó con la Legislatura de Puerto Rico para finalmente aprobar la Ley 516 (P. del S. 2855) para crear un desarrollo integral de la industria, -un proceso que tomó más de una década: desde el 2004 hasta que tomó vigencia el 1 de julio del 2015. La ley exonera el pago del 11.5 por ciento del IVU a la industria editorial de los libros en todos sus canales y puntos de venta. Esta ley también creó incentivos contributivos para los autores, las casas editoriales, los libreros, los impresores, los diseñadores y traductores. Aunque ciertamente ha ayudado en algo a aminorar la erosión de la industria del libro local, todavía no existe una política pública estructurada para el desarrollo y competitividad de la industria. Varios de los entrevistados, sin embargo, ven esta ley como una potencial pista de despegue que puede ser ampliada y atemperada a los cambios y tendencias mundiales.


Ernesto Rentas, director de la Editorial del ICP, fue transparente en apuntar hacia los escollos que nos impiden progresar. “La ley de cabotaje, los problemas de impresión, el encarecimiento de los materiales…Hablar de esta industria es complicado, porque hay muchos componentes. Esto hay que pensarlo como un sistema holístico que conlleva muchos otros elementos más allá de lo creativo. Desde el 2017 hemos ido visualizando cada quehacer artístico desde el punto de vista de desarrollo económico”, sostuvo. Ante el cuestionamiento de qué gestiones en especifico realiza el ICP para abrir canales de distribución fuera del archipiélago, Rentas admite que “hay que hacer una introspección más profunda sobre estos asuntos”. Mientras, señaló que el ICP ha ofrecido capacitaciones en temas de emprendimiento, gerencia cultural y estrategias de mercadeo. En los talleres ofrecidos con recursos de Inversión Cultural y realizados en las instalaciones del Centro de Emprendimiento de la Compañía de Comercio y Exportación, los artistas adquieren conocimiento en temas como: administración financiera, estructuras legales, planificación estratégica, rendición de cuentas, redacción de propuestas de negocio y propiedad intelectual, entre otros.


¿Pero todo esto para qué, si no hay salida para el producto? Rentas señaló que en la editorial se han hecho “algunas coediciones para abaratar costos”, y que se exporta literatura local a través de la plataforma de Brands of Puerto Rico. Sin embargo, una búsqueda en línea para este reportaje reveló que esta plataforma no está activa, no tiene rebote ni presencia en las redes sociales, ni un teléfono donde se pueda contactar a alguien. Ni siquiera figura en el portal oficial del Gobierno de Puerto Rico. En el 2019 la organización de mercadeo de destino (DMO, por sus siglas en inglés) Discover Puerto Rico se asoció con la plataforma de comercio electrónico para productos locales Brands of Puerto Rico. En la actualidad Alan Taveras, fundador de Brands of Puerto Rico, labora en la Fundación por Puerto Rico, y en Discover Puerto Rico, entidad que firmó el acuerdo, pero no tiene un número de teléfono funcional. Es decir, la plataforma de “exportación” de literatura que esgrime el ICP, en realidad no existe. Llamamos a todas estas organizaciones sin éxito.


En este horizonte plagado de retos, los entrevistados coinciden, sin embargo, en que hay soluciones, muchas de ellas sencillas y que apelan al sentido común. Entre las principales iniciativas que se deben accionar para superar la crisis que atraviesa nuestra industria de literatura y que recogimos de los entrevistados se encuentran:


1- Es imperativo que los gobiernos cambiantes del archipiélago eleven la industria creativa y literaria al mismo rango de importancia que el turismo. No importa la administración de turno, el turismo es un sector que se cuida y en el que se invierten millones por su potencial de aportar al erario. La industria creativa debe ser enfocada también como una oportunidad de riqueza y crecimiento, siguiendo modelos que abundan en el mundo y que se pueden ejecutar dentro del marco legal de Puerto Rico. Este esfuerzo debe comenzar por atender cada componente de la cadena de producción y venta de la literatura local.

2- Las escasas representaciones internacionales en la que participa Puerto Rico llegan con presupuestos paupérrimos, espacios de exhibición minúsculos y poco cuidados, así como personal poco entrenado para atenderlos y hablar de literatura. Varios entrevistados narraron que es dramático y hasta vergonzoso ver un “booth” minúsculo y vacío de Puerto Rico, entre los despliegues vistosos e imponentes de República Dominicana y Cuba, por solo mencionar la competencia directa del Caribe. “No es casualidad que no nos tomen en serio; no nos tomamos en serio nosotros mismos cuando nos mostramos al mundo”, señaló uno de ellos.

3- Apoyo a las imprentas locales. Si bien los libros están exentos de pagar IVU, las imprentas no, y todos los materiales que usan, desde papel hasta tinta, pagan impuestos que se le añaden al costo de producción haciéndolo poco competitivo. “Podemos hacer mil cosas, pero si no podemos imprimir, no podemos competir”, explicó Paco Parés.

4- Es importante lograr unidad de propósito entre los libreros. Los entrevistados coinciden en que por muchos años, Norberto González era la cabeza “no oficial” de este importante grupo. Esto viene a ilustrar nuevamente, la falta de un brazo de política pública que apoye lo que se hace desde el sector privado.

5- Es fundamental volver a celebrar una Feria Internacional del Libro en Puerto Rico (FIL), pero con un apoyo contundente del gobierno, que logre una convocatoria seria para traer a los jugadores y gestores mundiales que pueden potenciar un intercambio literario sostenido, que no desaparezca después de un intento.

6- Tanto el ICP como la Editorial UPR, aún con sus minúsculos presupuestos, deben atemperarse al nuevo mundo de la publicación y enfocarse en atender las necesidades de quienes se supone que sirven. Igualmente, subrayó una de las entrevistadas, antes de enseñar a mercadear o hacer un plan de negocios para vender un libro, habría que abrir el campo donde se hacen esos negocios.

7- La Cámara del Libro de Puerto Rico (que existe legalmente pero está inactiva) fue mencionada consistente en las entrevistas como una herramienta que, bien usada y alejada de personalismos y agendas privadas, puede ser una potente herramienta para presentarle al mundo la rica literatura que nace en Puerto Rico.

8-La diáspora debe ser vista como una extensión del mercado natural de los libros puertorriqueños, y crear mecanismos efectivos para llegar a ella, que en estos momentos solo tiene el recurso de Amazon para acceder a literatura local.

9- Las bibliotecas son el corazón moribundo de nuestras letras. Deben renacer como centros de encuentros comunitarios, educativos y culturales.


En conclusión, Puerto Rico enfrenta enormes retos dentro de su situación política que le impide resolver unos problemas puntuales, pero tiene igualmente un gran campo abierto de posibilidades dentro del actual marco legal, que no se aprovechan sencillamente por falta de voluntad y una política pública clara que vea la literatura como lo que es: no solo el corazón de la memoria e historia de nuestro pueblo, sino como una industria creativa con un potencial infinito.


La autora es periodista y escritora.



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