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Una antilista a la de José Martí

Updated: Jan 16

«Hay tres cosas que cada persona debería hacer durante su vida: plantar un árbol, tener un hijo y escribir un libro» -José Martí


Obra "La vida eterna" del pintor chileno Guillermo Lorca.



Desde la pandemia para acá todo el mundo quiere escribir un libro… y ni hablemos de los ejércitos de horticultores que abrazaron la siembra de árboles y huertos. De pronto, todos éramos un híbrido de Douglas Candelario y Martha Stewart. ¿Y saben qué? Eso me parece maravilloso. Es más, me parece sublime que más y más gente abrace su creatividad, porque la creatividad, en todas sus formas, sana y eleva, y eso lo necesitamos desesperadamente en Puerto Rico (y en el mundo, me atrevería a decir). 


Desde que aprendimos a comunicarnos con escritura Cuneiforme, desde los orígenes mismos de los sistemas de escritura hace cinco mil años, el ser humano ha vivido obsesionado con contar historias. Está en nuestro ADN. Los “contadores de cuentos” existimos desde antes de Cristo. Basta con mencionar que 50 años A.C. Julio César creó el primer “diario", el Acta Diurna, que colgaba en su muro de Facebook de la época: el Foro Romano. Julio César conocía bien la importancia de comunicar la palabra escrita para crear opinión pública. 


Por supuesto, no todo el mundo escribe guiado por las mismas motivaciones o el mismo fin. Hay quienes escriben porque si no lo hacen, no saben cómo vivir. Escribir es oxígeno, y estudian y elevan tanto forma como contenido creando pura belleza. Esa es una Julia de Burgos. Hay quienes lo hacen para el noble quehacer filosófico, político, cívico y educativo que obliga al pensamiento crítico. Ese es un Eugenio María de Hostos. Hay quienes lo hacen como un subproducto de una carrera en otro campo que quieren dejar consignada en un libro para la posteridad. Ahí están las biografías y libros sobre figuras que han marcado la historia. Hay quienes escriben guiones. Hay quienes escriben con un fin puramente pericial o de ayuda. Hay quienes escriben para romper esquemas, desafíar, criticar y definir el zeitgeist de su época, como los escritores del boom latinoamericano. 


Y por supuesto, están los que escriben un libro para tacharlo de esa lista cruel que nos impuso don José Martí con su inmortal: «Hay tres cosas que cada persona debería hacer durante su vida: plantar un árbol, tener un hijo y escribir un libro». Esta lista, aún sin tomarla en su sentido literal, es contradictoria y se presta a debate. Por ejemplo, no sé si el venerado escritor cubano se dio cuenta de que para hacer el libro hay que talar el árbol, literal y figurativamente. La experiencia humana es un talar continuo, un quid pro quo, y un moler vidrio que nunca se detiene. Es decir, un hijo no solo “se tiene”; se viste, se alimenta, y se educa. No basta plantar un árbol. Hay que regarlo, abonarlo, cuidarlo. Lo mismo pasa con los libros; hay que corregirlos, editarlos, publicarlos y lograr que se lean, no basta con escribirlos.


Así es todo en la vida. Nada es lo que parece y todo lo que vale la pena, hay que sudarlo a muchos niveles. No hay atrechos ni para las ambiciones del ego.


Quizás en esta nueva era tan preñada de contradicciones y complejidades, más que sembrar, nos toca pasar inventario sobre lo sembrado a lo loco en esta isla construida de remaches y quimeras, aprender de los errores del pasado, cesar de repetirlos, y ver cómo salvamos lo que nos queda de país. 


Nunca he creído que la salvación es individual. No lo es, y si la pandemia no nos enseñó eso, nada lo hará. Así que, con mucho respeto al maestro cubano, olvídese de la lista de Martí, que a veces, en vez de sembrar un árbol, lo que hace falta es salvar al ya sembrado que lucha por sobrevivir.


La vida no es cumplir con listas de egos y legados. Es liberarnos de ellas y buscar nuevas que hagan sentido en nuestro momento histórico, que es ahora. Eso es algo que el autor de "Nuestra América" sabía.

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